(CORREO DEL ORINOCO) El deporte despierta pasiones en sus fanáticos que pueden llegar a ser peligrosas. En ocasiones, incluso, esta euforia ha sido el origen de algunos casos de vandalismo en las tribunas y fuera de ellas, casi siempre potenciados por rivalidades. Sin embargo, Daniel Wann, un profesor de psicología de la Universidad de Murray y autor de libros como Sport Fans: The Psychology And Social Impact Of Spectators (2001), asegura que si un seguidor es apasionado por su equipo puede obtener consecuencias positivas para su salud psicológica.
Wann ha encuestado a fanáticos deportivos estadounidenses durante más de dos décadas y ha estructurado una categorización de acuerdo con el nivel en que consideren a su equipo como una extensión de sí mismos. Los seguidores más fervientes los denomina “altamente identificados”, mientras que a quienes siguen a su equipo con mayor displicencia los llama “débilmente identificados”. Wann afirma que, en el caso de los fanáticos altamente identificados, las conexiones sociales formadas a partir del seguimiento en grupo de un equipo juegan un importante rol en sus vidas.
Pero no todo sucede en el estadio. Sean Brown, importante sociólogo de la Universidad Northeastern, también afirma que “los bares y clubes, donde se pueden ver los partidos de fútbol de las selecciones nacionales pueden jugar un papel importante en la construcción de una comunidad”. Los seres humanos respondemos a un instinto de agrupación y conjunto y “el deporte, particularmente a escala nacional, tiene la capacidad de actuar como una fuerza unificadora”.
En 2010 fue difundido un particular estudio en algunos medios de comunicación, registrando el trabajo de Paul Bernhardt y un grupo de psicólogos quienes reunieron a hombres fanáticos para ver la final del Mundial de Fútbol 1994 entre Brasil e Italia. A todos los hinchas se les tomó pruebas de saliva antes y después de ver el partido, con unos resultados prometedores: los fanáticos de la selección perdedora no sólo estaban desanimados, sino que además su nivel de testosterona había disminuido considerablemente, mientras que en los ganadores aumentó considerablemente. Bernhardt afirmó, en su momento, que los niveles masculinos de testosterona aumentan más de un 20% cuando su equipo gana descienden en la misma proporción cuando pierden.
Esto podría explicar otro de los trabajos referenciales sobre el tema, publicado en The Anatomy of Sports Fans, de Pierre D. Bognon, donde se afirma que la incidencia de la experiencia apasionada del fanatismo deportivo en los hombres influye en los niveles de autoestima y de confianza en su poder de seducción. Pero, además del sex appeal, se demuestra que en los momentos posteriores a la victoria tanto las habilidades mentales como intelectuales mejoran. Tal como sucedía con los antiguos conquistadores, como el sistema hormonal responde de manera positiva a este estímulo la testosterona proporciona una sensación, tan ligada a la virilidad como el triunfo territorial. Sin embargo, una derrota sería capaz de derrumbarlo todo.


